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No hace mucho, un aspirante a publicar en la editorial, adjuntaba junto a un texto no solicitado un detallado CV, y en él destacaba la cantidad de seguidores de su cuenta de Facebook, los de su cuenta de Twitter, un Blog de su autoría en el que promocionaría su hipotético libro; los videos subidos a YouTube... Su prestigio derivaba de ese listado de conquistas. Fue el primer mensaje de esas características, o hasta ahora el único que ponía en primer plano esos datos, sin ningún pudor. El día que se apagaran todas las PC, notebooks, celulares con WiFi, iPods, iPads y todas las posibilidades de acceso a la red, su personalidad languidecería por completo. Si es cierto, como dicen, que el año próximo una tormenta solar anulará o entorpecerá toda la parafernalia digital vigente, este adalid virtual encabezará la lista de suicidios.

Pero algo de razón tenía el aspirante (que no fue tenido en cuenta) al enumerar los rastros de su ubicuidad. Si este género de presencias en pantallas ajenas no es algo de lo cual uno deba vanagloriarse, por lo menos a la hora de exponer sus rasgos individuales, las empresas que carezcan de la habitual barra de logos en su página web pierden alguna clase de consistencia, de amplitud, pero sobre todo, quizás pierden seguidores, interesados...

Por eso, los que participamos de uno u otro modo en nuestra pequeña editorial, hoy damos el puntapie inicial a esta nueva vía de comunicación, esperando que crezca y que tenga algún valor no para nosotros, sino para los que decidan invertir su tiempo leyéndonos, antes de que sobrevenga la tormenta.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Los libros discontinuados, que nunca serán clásicos

En dos meses estaremos publicando Un medallón para Osiris, de Carlos Schlaen. Compramos la tirada disponible, y al agotarse lo reeditamos bajo nuestro sello. Lo mismo haremos con los otros dos libros de la serie de Osiris, y con Brujas en el bosque; cuando se agoten y mucho antes, con Nunca confíes en una computadora, de Verónica Sukaczer. Lo que es interesante destacar de estos libros, que alguna vez publicó y vendió una gran editorial, es que se siguen vendiendo muy bien. Los colegios los adoptan y en las ferias ocupan los primeros puestos de ventas.

Hemos analizado este hecho, y llegamos a la conclusión de que en todos hay detalles que los vuelven más o menos anacrónicos. ¿Qué es un texto anacrónico, en literatura? Llevado al extremo, un clásico. Por supuesto, si Romeo hubiera recibido un mensajito de texto de Julieta, avisándole que no iba a estar muerta sino dormida profundamente, sin necesidad de que Fray Lorenzo mandara un mensajero a toda carrera, no habría habido tragedia. Probablemente Shakespeare la hubiese desechado antes de escribirla.

Quizás el problema sea de la literatura infantil o juvenil (casualmente estos son libros para los 11 o 12 años), y el desembozado juicio de las editoriales de que sus productos son descartables antes de juzgar si pueden, o no, convertirse en clásicos. La diferencia fundamental, en todo caso, y parece que las editoriales lo olvidan (o les genera innecesarias complicaciones), es que los autores están vivos, y bien pueden (de hecho Carlos Schlaen lo está haciendo, y Verónica Sukaczer lo ha hecho), renovar sus textos, porque todo libro tiene derecho a ser actualizado (siempre que al autor le parezca bien), y seguir gustando a sus lectores e incluso dejando satisfechos a aquellos que se fijen en detalles de actualidad. De todos modos, no creemos que sean muchos, porque afortunadamente, hay muchos lectores, que sin duda, consideran a los libros más valiosos que lo que opinan las grandes editoriales.

Nosotros, que apreciamos a los libros y a los autores, y que sabemos que ellos siguen relacionándose con lo que alguna vez han escrito, agradecidos.

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