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No hace mucho, un aspirante a publicar en la editorial, adjuntaba junto a un texto no solicitado un detallado CV, y en él destacaba la cantidad de seguidores de su cuenta de Facebook, los de su cuenta de Twitter, un Blog de su autoría en el que promocionaría su hipotético libro; los videos subidos a YouTube... Su prestigio derivaba de ese listado de conquistas. Fue el primer mensaje de esas características, o hasta ahora el único que ponía en primer plano esos datos, sin ningún pudor. El día que se apagaran todas las PC, notebooks, celulares con WiFi, iPods, iPads y todas las posibilidades de acceso a la red, su personalidad languidecería por completo. Si es cierto, como dicen, que el año próximo una tormenta solar anulará o entorpecerá toda la parafernalia digital vigente, este adalid virtual encabezará la lista de suicidios.

Pero algo de razón tenía el aspirante (que no fue tenido en cuenta) al enumerar los rastros de su ubicuidad. Si este género de presencias en pantallas ajenas no es algo de lo cual uno deba vanagloriarse, por lo menos a la hora de exponer sus rasgos individuales, las empresas que carezcan de la habitual barra de logos en su página web pierden alguna clase de consistencia, de amplitud, pero sobre todo, quizás pierden seguidores, interesados...

Por eso, los que participamos de uno u otro modo en nuestra pequeña editorial, hoy damos el puntapie inicial a esta nueva vía de comunicación, esperando que crezca y que tenga algún valor no para nosotros, sino para los que decidan invertir su tiempo leyéndonos, antes de que sobrevenga la tormenta.

martes, 17 de mayo de 2011

El e-book, unos apuntes introductorios

Hemos estado investigando el famoso e-book. No su pertinencia, su rol, su futuro ni ninguno de esos temas de debate, sino su mecánica, sus características, hasta llegar a entenderlo y a construirlo. No deja de sorprender que, cada vez que uno ha generado un PDF para visualizar diseños de tapas e interiores de libros, casi al final del proceso de preedición, ha estado construyendo un e-book, sin saberlo. La semejanza con un libro convencional, aunque escasa, no impide una lectura ordenada (o desordenada, según los gustos de los lectores), y bastan unos pocos datos para entender como ir de una página a la siguiente (o a la anterior, o a cualquier otra) con el valor agregado de poder achicar textos o ilustraciones, leer páginas individuales o abrir formatos de páginas dobles, y toda aquella infinidad de recursos que conoce cualquier usuario de esta clase de archivos, tan cotidianos.
Cuando estos archivos han sido generados a través de algún programa para confección de libros, con todos los detalles y eventualmente todas las riquezas y refinamientos que estos implican, el producto difiere del libro por el soporte, por supuesto, pero no es un sucedáneo inaceptable. Es una fotografía del libro, reproduciéndolo con absoluta fidelidad. Incluso, según el lector, puede ser perfectamente admisible e incluso preferible al libro convencional. Pero este género de archivos, si bien está concebido y aceptado como una modalidad de e-book (varios de los libros de dominio público que abundan en Internet vienen en este formato), no puede considerarse el "verdadero" e-book. Este último no está condenado a ser leído en una PC: admite cualquier instrumento de lectura digital, desde los más antiguos hasta las difundidas iPod e iPad, los celulares con Android y la lista se expande sin cesar. Incluso, los programas que permiten su lectura mediante una PC (los e-book de esta segunda clase precisan programas no usuales para ser visualizados), se ajustan a los parámetros que aportan estos visores, específicos o alternativos, con las mismas o similares herramientas, ciertamente muy atractivas.
Sin embargo, al menos hasta el día de hoy, crear un e-book admisible por cualquier visor, requiere un género de archivo, el epub, que presenta un sinnúmero de limitaciones. Tantas que fuerzan a plantearse varias peguntas, vinculadas al diseño con que los textos llegan al lector, ora en el libro convencional, ora en el e-book más desarrollado. No se trata de la belleza del libro objeto, de su formato, su olor, su presencia sobre la mesa o en la vanidosa biblioteca. Ni de que una modalidad de existencia sea preferible a otra, ni por qué es el ser y no más bien la nada. Pero sí es preciso decirle adiós a los preciosismos al elegir la tipografía de los números de página, porque no hay números de página; ni la imaginación al determinar cuáles serán las letras capitales, porque todas difieren sólo por su tamaño… Lo que sería preciso preguntarse es hasta qué punto el diseño de un libro participa del mensaje, hasta qué punto es accesorio, si al fin y al cabo la mayoría de los autores entrega sus textos en hojas A4, Times New Roman 12  a doble espacio y un anillado más o menos similar. Tal vez todos viven engañados y esperan la salida de sus libros con una vehemencia patológica, porque finalmente los canallas de los editores les darán, a cambio de toda esa ansiedad, quince ejemplares (y les descontarán de derechos los demás, porque quince no alcanzan ni para la familia), y los colocarán en algún espacio de algún stand de tal o cual feria, aunque peor es nada porque los libreros los exhibirán unos contados días y luego ni del nombre del libro se acordarán. O es eso o el libro, ver su nombre en la tapa y el sortilegio de sus palabras en los interiores, significa mucho más, o algo bien distinto pero de su nombre y las misma palabras consignadas a su antojo en media resma de papel. Su libro de papel, se entiende. Si no cualquiera puede llegar al e-book, en cambio cualquiera puede abrirse un blog o subir sus criaturas a esas páginas masivas de literatura y, en vez de intentar sacar algún provecho económico de lo que escribe (como suele pretenderse de todo trabajo, y escribir no tiene por qué ser menos), desvivirse porque alguien lo lea. Es decir, para el común de los mortales, o de los escritores mortales, el prestigio del e-book está aún bastante por debajo que el de cualquier producto de papel, presente en el mundo y en su biblioteca con estantes sin necesidad de ninguna maravilla tecnológica. Y si el diseño no participa del mensaje, el soporte tal vez sí. Quien encuentre algún autor al que le dé exactamente lo mismo ser leído en una pantalla o en un libro convencional, le rogamos presentárnoslo, no debe ser un ser para nada común.
Pero hay otros aspectos que atender. Aun en el caso de nuevas propuestas de Adobe (los creadores de los archivos PDF), que acaban de adaptar sus programas para rescatar la opción de los e-book en otras dimensiones de pantallas (las de las tablet, puntualmente), y de que sólo a través de los archivos epub se pueda acceder a su lectura en otros formatos y mediante otros intérpretes, no todo lo que implican pauperiza la lectura. Este nuevo formato tiene algunas ventajas indiscutibles, más allá de las de público conocimiento (las más mencionadas son la capacidad casi infinita de los dispositivos de lectura y la sencillez de su transporte) hay conveniencias hasta desde el punto de vista del editor. No sólo el incremento del mercado, si se eligen las dos alternativas: la convencional y la digital. Y si se opta sólo por la digital, se evita el gran salto del archivo electrónico al papel, cada día más parecido a un triple salto mortal. Aun los editores que defienden a ultranza el libro convencional deberán admitir que, ante propuestas o reimpresiones riesgosas, estas bien pueden ser publicadas en e-book, y de ese modo escaparle a los “clavos" en los depósitos.. O, mientras se ahorra para juntar lo que cuesta una tirada en papel, el libro digital permite acercar a los lectores, además de las sinopsis y alguna ilustraciones de los futuros libros, algunas páginas de cada título que se quiere promocionar.

Hemos hecho esto con El misterio de la cueva suspendida, como prueba piloto. Si funciona tal vez lo adoptemos como modalidad de anticipo de todos los libros futuros. En el Índice de la web (http://www.e-amauta.com.ar/programa_de_lectura_interactiva.htm), aparece un vínculo a los cuatro primeros capítulos de este libro, y el mismo vínculo aparece en la reseña (http://www.e-amauta.com.ar/cueva_suspendida.htm). Allí se ha agregado, además, para la lectura en PC, el link para descargar el programa Calibre (gratuito, liviano y sin ningún riesgo), que permite la lectura de varios formatos de e-book. Ya veremos qué opinan.
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