Por Adela Basch, Mario Méndez, Jorge Grubissich y Fernando Sorrentino
Adela Basch
Por ser un género rígido, el policial es ideal para ser abordado por la literatura infantil y juvenil. Se estructura en formas fijas –si bien existen variaciones, estas son leves– y se ampara en la complicidad entre el narrador, el protagonista y el lector. La fórmula del policial infantil y juvenil –misterio, búsqueda y resolución– es la misma que la del policial “adulto”, tanto la novela negra como el policial de intriga. Por supuesto que varían en registro y complejidad de trama y lenguaje. Entonces, se trata de un género posiblemente hecho de lugares comunes y con límites definidos: es un género literario consolidado, cuyas reglas deben ser respetadas para lograr un texto exitoso; lo cual no implica un desmerecimiento, ya que escribir un policial de engranaje perfecto no es tarea sencilla.
Mario Méndez
A los chicos les gusta el policial detectivesco, "inglés", y a los que hacen los manuales parece que también: siempre hay algún capítulo dedicado al género en libros del tercer ciclo, e incluyen a Sherlock Holmes, o al comisario Laurenzi, de Rodolfo Walsh, o piden a los autores cuentos policiales. En general tiene mucha vigencia el policial detectivesco y no el negro, o americano, que es más violento. Yo una vez escribí un policial donde la asesina resultó ser la directora de la escuela: me lo rebotaron, claro.
Fernando Sorrentino
Imagino que el género policial -por tener enigmas o desarrollar misterios- tiene que ser atractivo para los lectores jóvenes. Y supongo que los límites deben ser más o menos los mismos que para la literatura infantil en general: por ejemplo, creo que tal vez no sería aconsejable acudir a escenas espeluznantes del tipo al que era tan aficionado don Edgar Allan. Así y todo, recuerdo que una hiperbólica mamá me escribió con un reproche: según ella, después de leer mi cuento “El regreso” (que, por otra parte, es un cuento para adultos), su hijito empezó a sentirse mal por la posible presencia, o cercanía, de personas que retornaran de sus tumbas para asustarlo o, tal vez, llevarlo a ignotas regiones del más allá. Según parece, la culpable era la maestra del párvulo en cuestión, por haber leído ese cuento en clase. En fin, tal recriminación me pareció sincera, lo que no quiere decir que también me haya parecido sensata.
Jorge Grubissich
Contrariamente a lo expuesto por Adela, yo creo en un policial (juvenil, al menos) en el que no todo funcione bien. O aun si funciona bien, si es un engranaje cuidadoso, que contemple actitudes de los protagonistas y circunstancias argumentales que no coincidan con el policial convencional. Que el misterio sea mayor al que los protagonistas suponían, que la búsqueda se vuelva desesperante y que la resolución sea imperfecta. Un policial para seres humanos cotidianos: ni talentos como Holmes ni vapuleados héroes melancólicos como Philip Marlowe o Sam Spade. Por eso prefiero personajes de barrio, que son llevados por el destino a afrontar desmesuras inesperadas, inexplicables, irremediables. Pueden salir airosos, pero nunca inmaculados, porque los hombres sencillos sólo sobreviven a fuerza de hacerle trampa al destino. No siempre son aceptadas estas vueltas de tuerca, pero empujan las barreras del género para, precisamente, evitar los lugares comunes que a menudo lo asfixian.
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