Bienvenida

No hace mucho, un aspirante a publicar en la editorial, adjuntaba junto a un texto no solicitado un detallado CV, y en él destacaba la cantidad de seguidores de su cuenta de Facebook, los de su cuenta de Twitter, un Blog de su autoría en el que promocionaría su hipotético libro; los videos subidos a YouTube... Su prestigio derivaba de ese listado de conquistas. Fue el primer mensaje de esas características, o hasta ahora el único que ponía en primer plano esos datos, sin ningún pudor. El día que se apagaran todas las PC, notebooks, celulares con WiFi, iPods, iPads y todas las posibilidades de acceso a la red, su personalidad languidecería por completo. Si es cierto, como dicen, que el año próximo una tormenta solar anulará o entorpecerá toda la parafernalia digital vigente, este adalid virtual encabezará la lista de suicidios.

Pero algo de razón tenía el aspirante (que no fue tenido en cuenta) al enumerar los rastros de su ubicuidad. Si este género de presencias en pantallas ajenas no es algo de lo cual uno deba vanagloriarse, por lo menos a la hora de exponer sus rasgos individuales, las empresas que carezcan de la habitual barra de logos en su página web pierden alguna clase de consistencia, de amplitud, pero sobre todo, quizás pierden seguidores, interesados...

Por eso, los que participamos de uno u otro modo en nuestra pequeña editorial, hoy damos el puntapie inicial a esta nueva vía de comunicación, esperando que crezca y que tenga algún valor no para nosotros, sino para los que decidan invertir su tiempo leyéndonos, antes de que sobrevenga la tormenta.

lunes, 11 de abril de 2011

Más allá de la subversión de la metáfora

Claro que, más allá de la subversión de la metáfora, estaban los otros poetas de nuestra adolescencia, de los que no había libros porque mencionaban palabras indebidas, y sus poemas iban de mano en mano, en papeles manchados por tantos dedos, o por tanta ansiedad de las miradas. Gelman era uno de ellos. Mucho mal les debe haber hecho a algunos verlo ganador del Premio Cervantes.
Quien escribe estas líneas recuerda que, hace más de veinte años, bastó decirle a las señoronas francesas de la recepción de la Unesco que quien lo buscaba era "un argentino", espontáneamente y porque el peculiar edificio apareció en mi camino, para que Juan bajara, encendiera uno de sus Gauloises rubios (quién se hubiera imaginado que los Gauloises de Cortázar  tenían una versión rubia), y hablara largamente de las deudas que tenían con él (una afortunadamente resuelta), de la distancia, del exilio aún irreparable..También aceptó gustosamente recibir material de poetas argentinos, y escribió una dirección en un papelito, adonde nunca llegó nada de lo que envié, según me dijo después. Es bueno tener a uno de los más grandes vivo y sin parar de inventar o descubrir maravilla, por otros tantos, que nunca pudieron darse a conocer o que nunca pudieron completar su obra, porque no tuvieron la dolorosa fortuna de que los protegiera un país extraño.

1 comentario:

  1. Qué bueno, que cariñosamente envidiable, habrá sido charlar con él. Qué bueno es que haya ganado el Cervantes, y que a tanto cretino suelto le revuelva el estómago.

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